Moyano, el mejor gabinete de la historia y el plan B


Por Mauricio Runno

Hugo Moyano soñó con ser nuestro Lula, trabajó en un proyecto que lo llevaría a ser candidato presidencial pero, la realidad, esa vieja mañosa, siempre lo despertó. Y Hugo acató la imposibilidad como una frustración política. No pudo convertirse en el primer presidente argentino surgido del sindicalismo. Quizá, y sí como Lula, sus últimos años lo mantengan muy cerca de los estrados y de la luz pública, no en su fase de sindicalista sino como empresario.

Hugo Moyano es otro de los tantos argentinos protagonistas de una vida pública del siglo XX. Su poder en el ocaso de sus días como líder va menguando. Y si el gobierno tomara más en serio esta disputa podríamos retirar el carácter vitalicio de estos dirigentes a los que tan bien podríamos definir como obispos. Es posible que Moyano en las últimas décadas haya conseguido mejoras para su sindicato. Sin embargo, lo que más impresiona es que hoy sea una figurita que poco aporta al movimiento obrero.

El movimiento obrero, en este mundo, en este siglo, asiste a una espectacular revolución. Ni Moyano ni muchos de sus pares parecen interesados en prepararse para enfrentar un escenario plagado de innovaciones. Definir la fuerza laboral en estos días, frente a la revolución del conocimiento, es tan complejo como desafiante. Se trata de un fenómeno que supone traspasar lo usual por nuevas experiencias. Cambiar el status quo. Renovar el pensamiento. Abandonar la vieja praxis. Nadie cree que todo esto sea fácil y rápido.

Moyano puede convocar a un paro para medir el tamaño de su influencia. Ni la justicia ni el gobierno deberían reparar en una práctica, ya no solo extorsiva, sino aburridísima, de escaso aporte y bajo vuelo para encontrar soluciones. Es más: Moyano puede convocar a un paro todos los meses, pueden asistir miles y miles de personas. Pero, mientras tanto, los problemas de una economía global y competitiva, se profundizan. Y los que primero se ven afectados en este esquema ineludible son los mismos a los que Moyano argumenta defender. 

Moyano, como aquellos de visión estrecha, corporativa, tienen la virtud de hacer buenos negocios y la obstinada negación de ser creadores de riqueza. En un país pobre siempre alguien se queda sin comer torta.  

El sindicalismo extorsivo, así como los piquetes de prepo, son parte de una cultura que reclama derechos sin obligaciones. Ni la mejor utopía que imaginó Marx dentro de una economía basada en el abuso, un capitalismo voraz, se parece a esta manía gremial autóctona. 

El ministro de Trabajo del "mejor equipo de la historia" es, también, un hombre del siglo XX. Podrá su discurso parecerse a lo contemporáneo. Podrá incluso abordar la problemática del trabajo desde una perspectiva reflexiva e inteligente. Pero si vamos a ser rigurosos, a medir a quienes son la "vida pública", debería tener el coraje de abandonar su poltrona, luego de conocerse la intimidad no tan íntima de su relación con los trabajadores propios. Jorge Triaca es tan impresentable como Moyano. 

La culpa de su permanencia en el gobierno no es su culpa. Sí su responsabilidad. 

La administración de Macri como presidente tiene alguna analogía con su paso por la presidencia de Boca. Apenas algunas. Una de las mayores diferencias es que este Boca de Macri en la Casa Rosada no puede festejar un triunfo.

Cuando va ganando le empatan de modo inexplicable. La mayoría de las veces, goles en contra. Errores en la defensa. Y a veces un golazo del rival. ¿Quién es el Bianchi de este Macri? Una mujer. De los mejores cuadros del PRO y revelación de la política: María Eugenia Vidal. Sucede que tampoco es la DT oficial. Pero funciona más allá de los sellos. Y si bien no tiene el celular de Dios sí el de Francisco en el Vaticano.

¿Quién es el Riquelme de esta nueva etapa de Macri, imaginando que estuviera en Boca? Un poco Carrió. Un poco bastante. El 10 y la legisladora comparten la dinámica de lo impensado, el toque díscolo y la habilidad innata de los dotados. El problema es otro en este equipo hipotético al que le falta un Palermo y un arquero. Y es un problema común al sistema político argentino: la ausencia de un plan maestro, de una estrategia de largo plazo, de una cosmovisión.

¿Quién discute las políticas públicas en la coalición gobernante? Un puñado de hombres y mujeres, apenas. Y estamos a merced de sus buenas intenciones pero poco más que eso. 

Reclamamos en general la existencia de un plan B entre los que conducen al Estado. Pero no consideramos que el A es débil, cortoplacista, perseguidor del éxito diario, tal como el destino de los náufragos.

Del peronismo por ahora no se puede esperar semejante gesto. La abstinencia del poder los hace tiritar hasta la paranoia. Y además no podemos esperarlo de ellos porque son los abanderados del pan para hoy y el hambre para mañana. En perspectiva, las fiestas peronistas no son para todos, pero las pagamos todos. El éxito es una verdadera confusión para el peronismo. Y ni siquiera de orden ideológico sino cultural. 

Todavía se resguardan en una doctrina donde los que son peronistas son buenos y el resto, malos, malísimos, garcas, soretes, gorilas, etc. etc. etc.

Si el PRO es una expresión y el eco de una época deberá ponerse a la altura de mecanismos que, además de correctos, resulten eficientes. Y la economía es un vector clave para medir más que buenas intenciones. Hasta ahora, la gestión de Macri ha fallado en sus políticas macro. Y si no ha fallado, la realidad de millones de argentinos precisa saber en detalle a cuenta de qué tanto sacrificio.

Si no sabemos adónde vamos para que quisiéramos compartir un viaje que nos aleje de lo que conocemos. Es tan básico el planteo como la solución: abrir la discusión y el debate es también abrir el gobierno. Involucrar a los ciudadanos en el futuro, sin tanto globo ni biri-biri, es saber aprender.

Ya nadie en este país está para aguantar más iluminados que se la saben todas y a los que no les sale ninguna. 


Comentarios

Raul Lilloy ha dicho que…
Brillante nota pero no podes comparar a Lula con Moyano. Lula mas alla de algunos chanchullos no es un poderoso empresario u su gestion como sindicalista fue honesta.

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